No queda otra.

lunes, 12 de mayo de 2008


Nunca me han gustado los amos, por eso escape del mío. Odiaba estar encerrada, restringida, sentir la asfixia de no ser libre. Podría tener su cariño y amistad oportunista, pero hay muchas cosas más que necesito para en verdad ser feliz.

Estuve junto a él, afuera en el patio de adelante, como siempre salió a limpiar la vereda y dejó la reja abierta. Cuando fue el momento salí corriendo lo más rápido que pude, sin mirar atrás y sin saber, ni pensar a donde iré.

Sentí un aire tan fresco en mi pecho, era la libertad, era el desenfreno, eran sus gritos diciendo mi nombre y yo, por primera vez, no hice caso a sus llamados. Corrí, corrí y corrí, sentía mil cosquillas por dentro que no pude aguantar las ganas de orinar. Al detenerme me encontraba en otro mundo, estaba lejos, bien lejos, muy distinto a mi antiguo hogar o celda como debería en verdad llamarlo. Estaba rodeada de enormes edificios, había muchas personas, no existía rincón donde no hubiese gente, y más de algunos perros, palomas y ratones. Empezó a hacerse tarde, sentía hambre pero al no tener un amo que me diera de comer, debí buscar por mi cuenta algo, al menos similar al alimento. Sentía frió, pero ya no tenia un lugar tibio donde reposar y el piso se hacía más frío mientras la noche caía y así se iba mi primer día, de libertad. Me recosté bajo un árbol y cerré los ojos dejando que se fuera.

Ha pasado una semana y media. Días comiéndome las ganas de volver, días comiendo basura, vagando por el centro comercial, durmiendo bajo las frías estrellas. Hoy en la mañana vi muchos perros alrededor mío, no entendía lo que pasaba, se iban acercándose lentamente, cuando entre ellos una perra me gritó: ¡Corre, estas en celo! Corrí, al igual que cuando me escape, sin saber a donde marchar. Todos los perros venían de tras, como endemoniados. Y así, por calles y calles. Pensaba en mi amo, como quería estar en su patio junto a él, comiendo deliciosa comida y durmiendo cómodamente. Quería sentir que pertenecía a alguien a que ser hija de la suerte.

Mis piernas estaban acalambradas, no sabía en que lugar me hallaba, y los perros aun se podían divisar corriendo. Creo que ya no puedo seguir escapando, ¿Hacia donde se encuentra mi amo? ¿Será el precio de la libertad? ¿Qué harán de mí aquellos perros? Da igual, no tengo fuerza para seguir escapando, ya no me queda otra.

0 COMENTARIOS:

 
↑ · · · S ů b Ŧ i n Δ L · · ·↓. Design by Pocket