
Con un cuchillo bajo la chaqueta, siguió a su amada con tal sigilo que hasta el mismo se olvidaba de su presencia cuando caminaba bajo la sombra y la gente lo mirabam extrañadas. Ella entró a una taberna a tomarse algo y él espero sentado en un oscuro callejón. Pasaron dos horas y empezó a desesperarse. Se puso de pie camino hacia el bar, pensó que dentro podrían estar los dos. Cruzó sin mirar la calle, puso la mano dentro de su chaqueta, afirmando el mango del cuchillo, estiro la mano para abrir la puerta cuando justo ella la abrió para salir, ágilmente se escondió detrás de la puerta, aguanto la respiración, su silencio era como el aire, miro hacia el cielo pensando que por poco y lo pillan, cerro los ojos y la siguió, pegado a las oscuras paredes.
La vio adentrarse por un angosto callejón y luego entrar a un departamento, la siguió hasta que vio al jamaicano abriéndole la puerta de su departamento. Se guardo la furia. Al pasar unas 4 horas más o menos, salieron del cuarto, ella le dio un beso y se marcho.
Espero a que bajase para abalanzarse sobre el hombre, le dio un golpe en las costillas y con un rodillazo le partió la nariz. Lo empujo hacia dentro, cerro la puerta con cuidado y con el cuchillo en la mano derecha le enterró el frió metal por la garganta, mientras se imaginaba la sonrisa de su amor, que ahora será solo suya, cuando, estruendosamente en el enorme silencio de la habitación, golpean a la puerta.
Su piel se empalidece, siente como los escalofríos suben y bajan por su cuerpo. Lo primero que su alborotada mente piensa es que quizás ella no se fue y volvió al departamento. "¿Qué hago?" Se preguntaba, mientras sin darse cuenta comienza ha caer su sudor sobre el cadáver.
“¿Hay alguien ahí?” escuchó de afuera, era una voz de hombre, lo cual le devolvió, en parte, el aliento. Fue a abrir la puerta, la dejó semi abierta, ocultando su mano ensangrentada sin percibir que su cara también tenía manchas.
Pero a quien vio afuera fue mucho más fuerte que haberla visto a ella. Un hombre, vestido de policía, quien se percato de la sangre en el cuerpo del joven, empujo la puerta y vio al jamaicano durmiendo en un charco de sangre. Entró al cuarto, cerro la puerta y le pregunto: “¿Tu hiciste esto?”
No sabia que diablos responder, no sabia que tanto se comprometería diciendo que no y que sí seria la respuesta mas descabellada. Pero justo cuando se preparaba para contestar el policía, le interrumpió, diciendo: “De que lió me haz sacado.” Sentándose en el sillón, se quitó el sombrero y se rascó desesperadamente la cabeza.
“¿Él te mando?”, preguntó. No supo que responder, ahora no entendía nada de nada. “¿Te mandó el jefe?”, volvió a preguntar, “No se de quien me habla” respondió asustado.
-¡Valla! ¿Entonces por que lo asesinaste? –Lo miraba con la mirada interrogativa de un policía –Da lo mismo, no me respondas, yo también tenia que matarlo. En verdad este es un papel un poco complicado para un oficial, puedo ayudar al jefe con una cuartada pero acecinar a la gente no es lo mió.
-¿Que va a hacer conmigo? –preguntó con un nudo en la garganta.
-No te asustes muchacho. Mira, esto es lo que vamos a hacer –Se agacho para sacar el chuchillo de la garganta –este cuchillo me lo guardare yo, no habrá evidencia. Pero tu te vienes conmigo ¡No pongas esa cara! Si no te voy a arrestar, vamos a dar una vuelta. Así como te ayudo a ti tú me ayudaras a mí.
“Tercer paso: Ahora, dentro del edificio, solo debes esperar, así como lo hiciste aquel día…la primera vez que acecinaste a alguien.”
Gracias.
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