
Sentado en la oscuridad, veía como la gente entraba al departamento, mirando para todos lados, para saber que nadie los ve, antes de entrar. Todos usaban sombreros y jockey, de distintos colores. “Algo así como para identificarse, creo” pensaba mientras se lo carcomía el aburrimiento. Sin tener nada que hacer, se dispuso a leer lo que era el cuarto paso.
“Cuarto paso: De seguro debes estar muy aburrido. Espero que no se te haya olvidado la razón de todo esto. Sí, de seguro ya estas temblando, pero solo debes esperar a que empiecen a salir y aprovechas para entrar. No te preocupes por ellos, no saben ni siquiera quienes están conmigo, pero ellos confían, saben que todo se hace como yo lo ordeno. ¡Ah! Antes que se me olvide, él te estará esperando en el cuarto del fondo.”
Aquella noche cuando mato al jamaicano, el oficial lo subió a su auto de trabajo; escondió el arma en un bolso que tenia debajo del asiento. Lo llevo hasta la Dehesa, en una casa inmensamente enorme, donde solo había visto ese tipo de casa en películas gringas. Era donde decía que vivía el “jefe”. No le gustaba mucho la idea de entrar en esa casa, pero no tenia otro remedio, el oficial no lo dejaría ir. Lo hizo esperar afuera de una enorme puerta de roble, no se escuchaba ni el más mínimo balbuceo, era tanta su curiosidad que puso su oreja en la puerta y lo único que escucho era el crujir de la cerradura abriendo la puerta. “Pasa muchacho” le dijo el policía. Sintió al entrar que aquella enorme habitación abundaba de importancia, la alfombra era muy distinta a la de afuera, sus pies se hundían en ellos y sus pasos no se escuchaban. Muchos cuadros, animales disecados, un minibar con mas tragos que uno de verdad, incluso una mesa de pool y al final una enorme mesa de madera y un hombre viejo, pero sin canas, sentado en una enorme silla de cuero, analizándolo de pies a cabeza.
-Tome asiento por favor y tú, hablamos mas rato –le indico al oficial –no es habitual que uno de mi hombres traiga a otro y menos que hablen conmigo directamente, pero Finol es de mi confianza y lo que me acaba de pedir no me párese tan descabellado. Notaba la total desorientación del muchacho. Empezó a moverse en la silla y continúo. -Para empezar me gustaría saber como te llamas.
-Calixto Cruz, señor.
-Bien, y ahora, dime –buscando la palabra mas apropiada, frunciendo las cejas -¿Por qué acecinaste a ese hombre?
-Por amor, supongo. -¡Amor! ¿Acaso eres del otro bando? –entre risa.
-No señor, yo amo a la mujer que salía con el.
Se queda tieso, la mueca en su rostro desaparece, lo mira serio a los ojos, casi con ganas de estrangularlo.
-Bueno, coincidimos en algo muchacho –lo dice mirando esta vez sus manos –los dos pensamos en que ese tipo no era hombre para “mi hija”. El joven no sabe que decir.
La manera de cómo recalco “mi hija” no le sonaba agradable. “Quizás me va a mandar a matar” pensó.
-Pero tú, tampoco estas a la altura.
-¡Pero yo la amo! –le salio sin querer.
-Entiendo – se quedo pensativo –en verdad podríamos negociar todo esto. Hay un hombre que me esta debiendo demasiado. No vallas a pensar que todos mis hombres son acecinos. El cabo Tinel, me ha estado debiendo, pero me paga con sus servicios aprovechando de que es policía, el perfecto jardinero que corta la cizaña de mi jardín. ¿Me entiendes? –el joven asintió con la cabeza –Pero esto a él le crea muchos problemas y me a traído a ti, la herramienta ideal. Un joven dispuesto a matar por amor. Soltando unas carcajadas, se pone de pie, y le estira la mano a Calixto. -Entonces ¿hacemos el trato, señor Cruz?
-¿Pero que debo hacer?
-¡Ya lo sabrás! Lo importante es porque lo harás –estrechan la mano, la firme y confiada mano del señor Hans firma el trato con la tímida mano del joven –Téngase mas confianza muchacho, la necesitara.
“Quinto paso: Tenga su arma lista y al sangre fría"
Al entrar al departamento vio que todos salieron y en el fondo, de una pieza, salía una luz. Con el arma, puesta con silenciador, en la mano empezó a caminar lentamente. Estaba en frente de la puerta, se demoro en abrirla, no estaba seguro de lo que hacia, miro hacia el techo, contó hasta tres y entro. En la cama de la habitación estaba sentado, con el sombrero en las manos, mirando al suelo, su padre. No entendía que diablos estaba pasando, que hacia el ahí. ¿Era el a quien debía matar?
-¿Hijo? –pregunto su padre de pie – ¿que haces aquí?
-Respóndeme tu primer –sudando sin control y con las manos temblorosas -¿Qué es lo que tú haces acá?
-Bueno –rascándose la cabeza del nerviosismo- es una larga historia. Mi jefe dijo que lo debía esperar en este cuarto.
-¿No hay nadie mas acá?
-Hijo… ¿Qué es lo que pasa? -¡Respóndeme! Por favor papá.
-No, no hay nadie. ¿Dime que pasa? –estaba llorando, sabia que es lo que pasaba al ver el arma en su mano.
-Sucede que amo a una chica, tanto –traga la saliva mas asida que a sentido, y también vota lágrimas al verlo llorar como un bebe- que, soy capaz de matar a mi padre por ella.
Aprieta el gatillo. El cuerpo de su padre cae rendido a sus pies, la bala atravesó su corazón, no tiene conciencia de si mismo aun conserva la pose que tomo al disparar con la vista perdida, humedecida en llantos. Después de un rato tocan a la puerta, era el oficial, le dice que baje, un auto negro lo estará esperando. Le pasa el arma y baja en completo silencio con sus ojos escarlatas y el alma empalidecida. Un auto negro le abre la puerta, dentro estaba Hans, pone su brazo en el hombro y le dice:
-Cruz, en ti reina la muerte y el amor-largándose a reír.
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